Crítica para náufragos: literatura más allá de las fronteras

Resumen

Parece suceder de forma recurrente en la historia, en tiempos como el nuestro, de tensión ideológica y polarización política, que el lenguaje moral y la percepción estética y artística sufren una simplificación radical. La vida interior se empobrece porque nos sentimos obligados a tomar alguna forma de partido respecto a causas colectivas enfrentadas, a pesar de que ninguna nos convenza por completo, ni intelectual ni moralmente. El debate público –la crítica cultural y artística en general– se convierte en un campo de batalla donde cada uno de los bandos, atrincherados y protegidos por convicciones inquebrantables y por sentimientos de superioridad moral irrenunciables, disparan odio y resentimiento contra adversarios reales o imaginarios. El pensamiento autónomo y la complejidad analítica pasan, así, a un segundo plano, arrastrados por un sentimiento, estimulante y confortable al mismo tiempo, de formar parte de algo mayor que uno mismo. El antes inabarcable reino del pensamiento se ve reducido entonces a los estrechos límites de la visión ideológica del mundo a la que voluntariamente nos aferramos. El imperativo de Hannah Arendt de un pensamiento sin barandillas, esto es, sin muletas o dogmas, se vuelve entonces más necesario que nunca en las ágoras digitales. De este pensamiento depende que se cuestione la actual rebelión de las masas en su versión actual 2.0, es decir digital y posmoderna.